Faunitas 54
Todos estos años oí un corderito balar antes de dormir.
Ahora estoy en tu balcón (¿Cuantos habrán estado?)
Tres de tus bombachas cuelgan de una soga y algunas
medias de nena con florcitas.
La expoliación del encanto es un efecto instantáneo.
Veo que la Caléndula semilló en las macetas que están abajo.
Algunas cosas que cambiaron de lugar o de sistema,
como el tacho de basura que ahora es un balde azul.
Veo que la Peonía desparramó sus pétalos y traté de barrerlos
y preferí que no. También hay algunas plantas nuevas
rescatadas, transplantadas.
La multiplicación de la célula.
Leí que el estado establece la plataforma
del lenguaje en el que te escribo. Y otras cosas que duelen.
Veo por la ventana, lo que el año pasado era
una mujer embarazada y ahora es una madre sentada con su cría
mirando hacía abajo las gotas caer.
A veces vemos todo fuera del radio selvático y
nadamos porque estamos bajo agua.
Veo como haces la tarea con tus amiguitos y escucho
que me hablan, pero me desentiendo
y los obligo que me digan dos o tres veces las cosas.
La despedida estuvo floja.
Pero no quise decir nada para no ser, otra vez, el malo.
¿Qué esperamos que los demás hagan por nosotros?
El viaje estuvo bien, me encerraba en el baño a fumar y jugaba a que
el tipo de la limpieza no me descubriera. El compañero de asiento
tenía candado a lo garca y no paraba de hablar de sus “minitas”.
Decía que era bailarín de tango. Me habló de la energía del cuerpo
y de las nuevas técnicas europeas de masajes faciales
para calmar los dolores del cuerpo.
Un rey debe ser lujurioso y brutal.
En el tren los ventiladores, en su lento movimiento
de hélices, no permitían distinguir
si se detenían o arrancaban
y en ese pensamiento me dormí.
Así se imprime una tela:
la libertad rebelde es para quienes pueden soportarla.
Acá sigue todo igual.
Mi dentista cuelga en las paredes del consultorio los dibujos que le
hacen sus pacientes mas pequeños.
Y la materia se expande a su ritmo,
a veces lento, a veces rápido pero siempre tira.
Ahora estoy en tu balcón (¿Cuantos habrán estado?)
Tres de tus bombachas cuelgan de una soga y algunas
medias de nena con florcitas.
La expoliación del encanto es un efecto instantáneo.
Veo que la Caléndula semilló en las macetas que están abajo.
Algunas cosas que cambiaron de lugar o de sistema,
como el tacho de basura que ahora es un balde azul.
Veo que la Peonía desparramó sus pétalos y traté de barrerlos
y preferí que no. También hay algunas plantas nuevas
rescatadas, transplantadas.
La multiplicación de la célula.
Leí que el estado establece la plataforma
del lenguaje en el que te escribo. Y otras cosas que duelen.
Veo por la ventana, lo que el año pasado era
una mujer embarazada y ahora es una madre sentada con su cría
mirando hacía abajo las gotas caer.
A veces vemos todo fuera del radio selvático y
nadamos porque estamos bajo agua.
Veo como haces la tarea con tus amiguitos y escucho
que me hablan, pero me desentiendo
y los obligo que me digan dos o tres veces las cosas.
La despedida estuvo floja.
Pero no quise decir nada para no ser, otra vez, el malo.
¿Qué esperamos que los demás hagan por nosotros?
El viaje estuvo bien, me encerraba en el baño a fumar y jugaba a que
el tipo de la limpieza no me descubriera. El compañero de asiento
tenía candado a lo garca y no paraba de hablar de sus “minitas”.
Decía que era bailarín de tango. Me habló de la energía del cuerpo
y de las nuevas técnicas europeas de masajes faciales
para calmar los dolores del cuerpo.
Un rey debe ser lujurioso y brutal.
En el tren los ventiladores, en su lento movimiento
de hélices, no permitían distinguir
si se detenían o arrancaban
y en ese pensamiento me dormí.
Así se imprime una tela:
la libertad rebelde es para quienes pueden soportarla.
Acá sigue todo igual.
Mi dentista cuelga en las paredes del consultorio los dibujos que le
hacen sus pacientes mas pequeños.
Y la materia se expande a su ritmo,
a veces lento, a veces rápido pero siempre tira.