Literatura de subsistencia: noviembre 2007

El vaivén

jueves, noviembre 29
Hubo un fuego
y un viento que se encargó de distribuirlo.

Después llovió y entonces quedó un humo espeso
que golpeó la parte reversa de las hojas
y se condensó en un hollín que las dobló
por su nuevo peso excesivo.
Otro obstáculo para los siglos de lucha contra la gravedad.

Todos quieren ser millonarios por un golpe de suerte.

Tranquilo Mario, somos demasiado sensibles para
subir de categoría, a veces, incluso, hay que bajar
y no es tan malo: la materia busca y se acomoda.

El tesoro de los hábitos sabiamente aleccionados
por la miseria, si te fijás bien, son un vaivén.

Hace varios días que me faltan diez páginas
para terminar un libro; es que es muy bueno
y no me animo.

No se deben matar a los héroes.

La pampa desde acá se ve distinta, pero en realidad
es la misma con sus colores y sustancias. El humo sube
vertical y de a ratos alguna brisa lo tuerce un poco al este,
al oeste, y vuelve a la estabilidad visual ascendente.

Estuvo bueno charlar bajo el sauce y contar las historias del río.
Del niño que se ahogó por buscar una pelota enganchado
del tobillo a una profunda raíz traicionera.
El líquido blanco que una vez bajo por el desagüe
y mató a peces y patos y pájaros.

Pero ahora hay que seguir.

Me llevo un par de fotos de cuando eran chiquitos.
Y otra de papá con su uniforme posando en la cima de una gran sierra.
Y otra de mamá hippie con un rubiecito en brazos.

También está la foto del barrio:

la vereda desprolija con baldosas flojas o arrancadas,
las oleadas a descomposición que a veces vienen del río,
el perro que nunca muere y no tiene nombre y cada nueva generación
lo bautiza “viejo”, los hijos de los bolivianos que corren
por las calles tirando cuetes dentro de botellas vacías.
Los días de partido. En fin, los negros cabeza que chiflan cuando hay pelea.

Cuando el humo cesó la tierra ya estaba seca. Algunos pájaros
empezaron a silbar y todos volvieron a sus casas. Tuvieron que
ventilar los ambientes y lavar la ropa y cortinas y colchas y sábanas. Después
volvieron a pintar las paredes blancas.
Quedó un bosque negro de árboles carbonizados de pie
y abajo el nuevo pasto, naciendo verde y fuerte.

¿Entendés Eloy? El vaivén.

Faunitas 54

miércoles, noviembre 14
Todos estos años oí un corderito balar antes de dormir.

Ahora estoy en tu balcón (¿Cuantos habrán estado?)
Tres de tus bombachas cuelgan de una soga y algunas
medias de nena con florcitas.

La expoliación del encanto es un efecto instantáneo.

Veo que la Caléndula semilló en las macetas que están abajo.
Algunas cosas que cambiaron de lugar o de sistema,
como el tacho de basura que ahora es un balde azul.
Veo que la Peonía desparramó sus pétalos y traté de barrerlos
y preferí que no. También hay algunas plantas nuevas
rescatadas, transplantadas.

La multiplicación de la célula.

Leí que el estado establece la plataforma
del lenguaje en el que te escribo. Y otras cosas que duelen.

Veo por la ventana, lo que el año pasado era
una mujer embarazada y ahora es una madre sentada con su cría
mirando hacía abajo las gotas caer.

A veces vemos todo fuera del radio selvático y
nadamos porque estamos bajo agua.

Veo como haces la tarea con tus amiguitos y escucho
que me hablan, pero me desentiendo
y los obligo que me digan dos o tres veces las cosas.

La despedida estuvo floja.
Pero no quise decir nada para no ser, otra vez, el malo.

¿Qué esperamos que los demás hagan por nosotros?

El viaje estuvo bien, me encerraba en el baño a fumar y jugaba a que
el tipo de la limpieza no me descubriera. El compañero de asiento
tenía candado a lo garca y no paraba de hablar de sus “minitas”.
Decía que era bailarín de tango. Me habló de la energía del cuerpo
y de las nuevas técnicas europeas de masajes faciales
para calmar los dolores del cuerpo.

Un rey debe ser lujurioso y brutal.

En el tren los ventiladores, en su lento movimiento
de hélices, no permitían distinguir
si se detenían o arrancaban
y en ese pensamiento me dormí.

Así se imprime una tela:
la libertad rebelde es para quienes pueden soportarla.

Acá sigue todo igual.

Mi dentista cuelga en las paredes del consultorio los dibujos que le
hacen sus pacientes mas pequeños.

Y la materia se expande a su ritmo,
a veces lento, a veces rápido pero siempre tira.

Faunita 53

sábado, noviembre 3
Las últimas semanas estuvieron duras
y te extrañé mas de lo necesario.

Suelo escribirte cuando te extraño.

Veo como crecen los brotes
la natural dispersión de la materia que se expande.

Veo a mi madre con su camisón nuevo preparando cajas para encomiendas.
Habla sola, se da órdenes, se reta, se felicita:
lentamente aparece el nervio de la historia.

Veo una pila de sábanas sobre el sillón y un libro abierto boca abajo en la cima.

Ayer mientras hablábamos por teléfono revisé fotos viejas
en el baúl de mi padre. ¿Porqué escondimos el vigor?
Esas preguntas que complican todo.

Noté que siempre hay una edad que no tiene registro.
Que se ha perdido en el horizonte de nuestra historia
y no está en ningún lado.

El año pasado por esta época también te escribía poemas,
es que todo sigue el ritmo de las estaciones.

Veo un parlante desarmado sobre el escritorio y la caja
de herramientas abierta al lado.

Veo que hay dos escobas, una vieja para barrer el patio
una nueva para barrer adentro.

Todo se contamina si lo miramos dos veces. Es el problema de las relaciones,
de la literatura y la política.

Hay que tener coraje para gobernar este derrumbe.

Veo la bermuda que me hiciste con un pantalón inservible.

Veo el paico que semilló y ahora se extiende por todo el patio.

Veo a mi hermano en la cocina tocando canciones de los Beatles
con un cancionero nuevo al contrapunto de los ruidos de la tele encendida.