El vaivén
Hubo un fuego
y un viento que se encargó de distribuirlo.
Después llovió y entonces quedó un humo espeso
que golpeó la parte reversa de las hojas
y se condensó en un hollín que las dobló
por su nuevo peso excesivo.
Otro obstáculo para los siglos de lucha contra la gravedad.
Todos quieren ser millonarios por un golpe de suerte.
Tranquilo Mario, somos demasiado sensibles para
subir de categoría, a veces, incluso, hay que bajar
y no es tan malo: la materia busca y se acomoda.
El tesoro de los hábitos sabiamente aleccionados
por la miseria, si te fijás bien, son un vaivén.
Hace varios días que me faltan diez páginas
para terminar un libro; es que es muy bueno
y no me animo.
No se deben matar a los héroes.
La pampa desde acá se ve distinta, pero en realidad
es la misma con sus colores y sustancias. El humo sube
vertical y de a ratos alguna brisa lo tuerce un poco al este,
al oeste, y vuelve a la estabilidad visual ascendente.
Estuvo bueno charlar bajo el sauce y contar las historias del río.
Del niño que se ahogó por buscar una pelota enganchado
del tobillo a una profunda raíz traicionera.
El líquido blanco que una vez bajo por el desagüe
y mató a peces y patos y pájaros.
Pero ahora hay que seguir.
Me llevo un par de fotos de cuando eran chiquitos.
Y otra de papá con su uniforme posando en la cima de una gran sierra.
Y otra de mamá hippie con un rubiecito en brazos.
También está la foto del barrio:
la vereda desprolija con baldosas flojas o arrancadas,
las oleadas a descomposición que a veces vienen del río,
el perro que nunca muere y no tiene nombre y cada nueva generación
lo bautiza “viejo”, los hijos de los bolivianos que corren
por las calles tirando cuetes dentro de botellas vacías.
Los días de partido. En fin, los negros cabeza que chiflan cuando hay pelea.
Cuando el humo cesó la tierra ya estaba seca. Algunos pájaros
empezaron a silbar y todos volvieron a sus casas. Tuvieron que
ventilar los ambientes y lavar la ropa y cortinas y colchas y sábanas. Después
volvieron a pintar las paredes blancas.
Quedó un bosque negro de árboles carbonizados de pie
y abajo el nuevo pasto, naciendo verde y fuerte.
¿Entendés Eloy? El vaivén.
y un viento que se encargó de distribuirlo.
Después llovió y entonces quedó un humo espeso
que golpeó la parte reversa de las hojas
y se condensó en un hollín que las dobló
por su nuevo peso excesivo.
Otro obstáculo para los siglos de lucha contra la gravedad.
Todos quieren ser millonarios por un golpe de suerte.
Tranquilo Mario, somos demasiado sensibles para
subir de categoría, a veces, incluso, hay que bajar
y no es tan malo: la materia busca y se acomoda.
El tesoro de los hábitos sabiamente aleccionados
por la miseria, si te fijás bien, son un vaivén.
Hace varios días que me faltan diez páginas
para terminar un libro; es que es muy bueno
y no me animo.
No se deben matar a los héroes.
La pampa desde acá se ve distinta, pero en realidad
es la misma con sus colores y sustancias. El humo sube
vertical y de a ratos alguna brisa lo tuerce un poco al este,
al oeste, y vuelve a la estabilidad visual ascendente.
Estuvo bueno charlar bajo el sauce y contar las historias del río.
Del niño que se ahogó por buscar una pelota enganchado
del tobillo a una profunda raíz traicionera.
El líquido blanco que una vez bajo por el desagüe
y mató a peces y patos y pájaros.
Pero ahora hay que seguir.
Me llevo un par de fotos de cuando eran chiquitos.
Y otra de papá con su uniforme posando en la cima de una gran sierra.
Y otra de mamá hippie con un rubiecito en brazos.
También está la foto del barrio:
la vereda desprolija con baldosas flojas o arrancadas,
las oleadas a descomposición que a veces vienen del río,
el perro que nunca muere y no tiene nombre y cada nueva generación
lo bautiza “viejo”, los hijos de los bolivianos que corren
por las calles tirando cuetes dentro de botellas vacías.
Los días de partido. En fin, los negros cabeza que chiflan cuando hay pelea.
Cuando el humo cesó la tierra ya estaba seca. Algunos pájaros
empezaron a silbar y todos volvieron a sus casas. Tuvieron que
ventilar los ambientes y lavar la ropa y cortinas y colchas y sábanas. Después
volvieron a pintar las paredes blancas.
Quedó un bosque negro de árboles carbonizados de pie
y abajo el nuevo pasto, naciendo verde y fuerte.
¿Entendés Eloy? El vaivén.