La inocencia es la platafoma del terror
“Por ley nacional no se puede pescar
de noche en los diques.”
dijo mi primo.
Pero lo hicimos igual: y llevamos la escopeta que mi padre
guarda sobre el armario.
(La sacamos mientras dormía)
El dique no se parecía a lo fantástico
que me habían contado. Los lugares
públicos suelen ser decepcionantes.
En el bote me mostró
un billete doblado en muchas veces
de diez mil australes. Lo sacó del puño
de su media y dijo que era
su amuleto para la buena caza.
Nunca más volvimos a pescar,
ni a tomar una escopeta prestada. Solo
nos saludamos con un beso alguna
cena de navidad o en cada cruce accidental
por el mapa de líneas cruzadas y entretejidas
que es el tiempo. Cada uno supo elegir
que espinas clavarse.
En el bote nos dimos cuenta que
solo se pescaban pequeñas
e indefensas crías de dorados:
seguramente por eso la regulación de la ley.
Y nos amanecimos descargando
las tres cajas de cartuchos que
teníamos, haciendo puntería
al puente de luces amarillas por
el que solo pasan los camiones que van al sur.
de noche en los diques.”
dijo mi primo.
Pero lo hicimos igual: y llevamos la escopeta que mi padre
guarda sobre el armario.
(La sacamos mientras dormía)
El dique no se parecía a lo fantástico
que me habían contado. Los lugares
públicos suelen ser decepcionantes.
En el bote me mostró
un billete doblado en muchas veces
de diez mil australes. Lo sacó del puño
de su media y dijo que era
su amuleto para la buena caza.
Nunca más volvimos a pescar,
ni a tomar una escopeta prestada. Solo
nos saludamos con un beso alguna
cena de navidad o en cada cruce accidental
por el mapa de líneas cruzadas y entretejidas
que es el tiempo. Cada uno supo elegir
que espinas clavarse.
En el bote nos dimos cuenta que
solo se pescaban pequeñas
e indefensas crías de dorados:
seguramente por eso la regulación de la ley.
Y nos amanecimos descargando
las tres cajas de cartuchos que
teníamos, haciendo puntería
al puente de luces amarillas por
el que solo pasan los camiones que van al sur.