Tratado de la Carne
I
Es preferible
matar a la vaca
de un hachazo
en la nuca
que degollándola,
para resguardar
el sabor
de la carne.
El animal cazado
tiene disoluto
el sabor
de su carne
por el jugo
que destila
la memoria.
En cada recuerdo
en cada escondite
en cada aproximación
nocturna al helecho.
“Los que me vieron nacer.
Los que me sueñan.”
El jugo negro
que tiñe la fibra roja
con gusto
al bosque
salvaje.
“Los que me trocen.
Los que me busquen.”
II
La carne de la gran vizcacha
es oscura.
A través del frasco
se ven
sus ojitos
estoicos,
aún mas oscuros
que la carne,
y su sonrisa
serena y franca
de animal.
III
La vizcacha
sueña todas las noches
la pesadilla
de la lluvia
férrea
sobre
toda la extensión
carnosa
de su cuerpo.
Es preferible
matar a la vaca
de un hachazo
en la nuca
que degollándola,
para resguardar
el sabor
de la carne.
El animal cazado
tiene disoluto
el sabor
de su carne
por el jugo
que destila
la memoria.
En cada recuerdo
en cada escondite
en cada aproximación
nocturna al helecho.
“Los que me vieron nacer.
Los que me sueñan.”
El jugo negro
que tiñe la fibra roja
con gusto
al bosque
salvaje.
“Los que me trocen.
Los que me busquen.”
II
La carne de la gran vizcacha
es oscura.
A través del frasco
se ven
sus ojitos
estoicos,
aún mas oscuros
que la carne,
y su sonrisa
serena y franca
de animal.
III
La vizcacha
sueña todas las noches
la pesadilla
de la lluvia
férrea
sobre
toda la extensión
carnosa
de su cuerpo.