Literatura de subsistencia: febrero 2009

El núcleo de la floración

martes, febrero 17
Yo los vi entusiasmados hablando de religión y política
y después los vi limpiando los rincones de la casa con miedo
cuando venían sus padres de visita.

Crecí en un pueblo
sobrio, delicado, de cemento antiguo
y me alimenté de la basura del río:
una vez vimos un castor herido entre las raíces descubiertas
de un sauce costero durante una inundación.
Mi padre quería atraparlo.

Guadalupe: Lo mejor es regar la orquídea
pero con poca agua, como lo hicimos siempre
y concentrarse, haciendo presión al cerrar los ojos,
para que este año desprenda su bastión floral.

Después el pensamiento continúa exponiendo las figuras
entre la luz y el ojo para divisar las líneas, las fallas, los tejidos.
Y eso finalmente no es lo que importa
aunque sea un desplazamiento inevitable.
En este momento contaría una historia o analizaría un echo particular
como me enseñaron en la universidad.
Pero me duele mucho el hombro. Y tengo otras cosas que hacer.

Lo último:

Para llamar a la inundación hay que tapar los desagües
pensando en la guerra, en la paz y el progreso. Algunos
se mudan a la orilla del río y esperan pacientes los movimientos lunares,
los deshielos o las lluvias torrenciales: yo prefiero
abrir la canilla y que el agua baje por las escaleras.
El paso que sigue está bueno: dormir abrazado a la almohada.

La cordura se apodera de nosotros con la edad

martes, febrero 3
El movimiento rectilíneo y uniforme de los cuerpos.
La materia zumbante del entorno.

Yo cocino mi arroz
y así es como todo se acomoda.

Guadalupe:
por las noches te veo desde el aire
mientras das vueltas de un lado al otro descalza,
acomodás las sábanas, hasta que te dormís.

Lo que pasa por dentro
está dibujando cautelosamente lo que va a pasar por fuera.
Esta mente ya no entiende lo que imagina, qué está viendo.

Canción:

Soy un niño de diez años
y camino con miedo entre los adultos armados.
Llevo una mochila con alimentos y ropa.
Soy un niño con la mente perlada
de bondad y violencia. Avanzo con estima,
atiendo a la tensión del arco y a la naturaleza
que nos vigila y muerde. Incrustadas en las comisuras de mi suela
hay piedras y palos y astillas
que se fijan a la bota de guerra.
Soy un niño que está trepando cercos
y cercos de ardor. El traspaso a la gruta de las bendiciones.
Las licencias del mundo adulto.
Pienso en mi madre,
pienso en mis hermanos,
pienso en la furia desatada aquel día en la granja.
Soy un niño de diez años
y recuerdo mis obligaciones en la ciudad
y ,auque no conozca, tengo miedo a los puertos.
El silencio, la pasión de los ciudadanos.
Todo en una caminata a oscuras.
La sangre viajando más rápido
pese a la lentitud del cuerpo.
Soy un niño de diez años
cruzando el arrollo sin descolgar
la mochila de mis hombros. He practicado
un duro entrenamiento por las siestas
que no me hace dudar.
Quise las espinas porque se adhieren mejor;
ahora soy sulfuro para los muertos.

Fin de la canción.