Literatura de subsistencia: diciembre 2008

I’ like the poetry of de war and the green old trees

domingo, diciembre 28
La voz del viento es aburrida.
Mejor la televisión o el rock and roll
a todo volumen en la cocina de mi vieja
mientras la pava hierve y el sol supura en los mosaicos.

Mamá: limpia esa casa, viene de lejos tu hijo de visita.
No te alteres cuando se escuchen los ladridos
detrás de todas la tapias hasta el fin del pueblo.
Protegete del sol cada vez que salgas a la calle.

En la colina del barrio se ven las sombras
de las murallas del cementerio rodeado de eucalyptus
y álamos y pinos silvestres y algunos fycus raros
que figuran en los manuales como El Paraguay católico
y que fueron arrancados de los barrios caretas que están cruzando el río.

Desperté en un sillón con los almohadones corridos,
las luces prendidas
y la pantalla titilando y humedad y temblor.

Escribí un verso choto
que dice: me gusta la poesía de la guerra y los viejos verdes árboles
y no pude continuar porque me dio fiaca.

Mamá: ese árbol, lo mataste. No vuelve a nacer.

Estamos cansados y viejos y queremos renacer
de algún acto que no implique mucho esfuerzo.
Hacemos reuniones en las que hablamos del pasado,
gente que desapareció o que vemos todos los días
y también de aires acondicionados.

Quisimos despegar como nos dijeron alguna vez que hagamos.

Temblor. Solidaridad y temblor.

I’ like the poetry of de war and the green old trees,
but won't do.

Hubiera escrito un montón de poemas

lunes, diciembre 8

Pero me la pasé limpiando.

Dios me lo pidió en un sueño
y estos días me la pasé encerrado.

(durmiendo, mirándome en el espejo, aseandome con cuidado)

Nada es inmune a la realidad
por eso limpié y limpié.

(No se puede dejar de limpiar
cuando se empieza no se para,
la mugre es un estado permanente de las cosas
y uno sabe que puede con ella)

Todo lo que desconcierta, de algún modo estimula.

Y ahora escribo.
Estoy escribiendo.
Desde arriba baja un viento fresco
y el sonido de las ventanas chirriando.

Hay dos islas enfrentadas en mi mente.
Y eso, solo quiere decir que no entiendo lo que quiero.
Hace días que las veo fijas, planas, verdes,
como una nube en el ojo.

Tengo seis plantas bajo techo que cuido a diario.
Que no entre mucho viento porque las quiebra pero, a su vez,
que haya siempre una brisa suave para que el tallo se fortalezca.
El agua debe ser justa y bien administrada:
medio jarro por día, de agua suave, filtrada, sin cloro.

La luz empuja. La planta empuja. Esta mecánica está buena.

Pero sigo ensuciando y así pasa el tiempo
como el humo de azufre de un fósforo que se desprende
y al tocar el techo se esparce hasta que se enfría
y se adhiere a los poros del cemento dejando una pequeña mancha gris.

Me la pasé limpiando.
Las escaleras, los baños, las ventanas.
Limpié cáscaras y cartones, limpié jugos.

Hay un fuego hinchándose en las cápsulas
expectante a los nuevos riesgos de la materia.